top of page
img_20191121_200129.jpg
MENORCA

Hospital General Mateu Orfila, Octubre 2019.

​

Mamá embarazada con fecha probable de parto 21 de septiembre 2019. Siendo ésta fijada según ecografía ya que no constaba fecha de última regla.

 

Protocolo de monitorización fetal desde la semana 38 por una diabetes gestacional, controlada con dieta, considerándola por este motivo y añadiendo su edad, 38 años, como embarazo de riesgo.

 

En la visita a monitores de la semana 41 le dan la citación para ingreso e inducción para ese viernes 4 de octubre 2019 (41+6) y le entregan el consentimiento informado que la pareja se lleva a casa para estudiar y meditar sobre sus voluntades.

 

Hasta aquí todo “normal”. Lo que se encuentran la mayoría de las personas que llegan a esa edad gestacional y realizan seguimiento hospitalario en España. Pero, ¿qué pasa cuando la decisión de la pareja es hacer manejo expectante y no someterse a la inducción?

 

Viernes 4 de octubre: día de la inducción. Se presentan en monitores y en la subsiguiente consulta con ginecología. Empieza la pesadilla.

 

El doctor de turno, muy paternalista, les dice que no deberían estar ahí, que tenían fecha para inducción ese mismo día a primera hora. Ellos explican que eligen no someterse a dicho procedimiento y entregan el consentimiento informado revocado. A su vez, piden seguir con la monitorización por doppler y ecografía para asegurar el bienestar fetal de la criatura hasta que el parto se desencadene de manera natural siendo que, si en cualquier momento dicho bienestar se ve en riesgo “real”, se someterán a la inducción. La intención de la familia es volver el lunes 7 de octubre para realizar dicho control. Él les dice que tiene que hablar con su superior.

 

A su vuelta les dice que si no quieren someterse a la inducción no va haber ningún control por parte del hospital, que si acuden a ellos será únicamente para inducir. Les niega la ecografía que solicitan. Les habla con dureza de los riesgos de muerte fetal a los que se exponen y burlándose les pregunta que si el lunes no han parido hasta cuándo piensan esperar. Alude a la diabetes para hacer más hincapié en esos riesgos y trata a la madre de irresponsable.

 

La pareja busca opciones alternativas para mantener el deseado control fetal y solicitan cita en la sanidad privada para realizar prueba ecográfica el martes 8 de octubre.

 

El sábado empieza a perder el tapón mucoso, hecho que es vivido por la pareja como una señal fisiológica de que el parto se va acercando, su cuerpo se está preparando.

 

Llega el lunes 7 de octubre y el parto aún no se ha desencadenado. A primera hora de la mañana la madre recibe una llamada de un teléfono móvil en la que se presenta un ginecólogo preguntando si tienen intención de acudir al hospital para inducir el parto y que si no lo hacen a lo largo de la mañana, el comité médico se pondrá en contacto con Juzgados y les dice, literalmente, “irá la policía a buscaros”.

 

Ante esta amenaza contactan con una abogada que les asesora sobre sus derechos y redacta una carta que es registrada esa misma mañana en el hospital donde relata lo acontecido y cita cuáles son las leyes a las que se acogen y su deseo de seguir con el manejo expectante. El hospital dice que les dará una respuesta.

 

No reciben ninguna otra llamada. Piensan que ya todo está resuelto pero por la tarde, sobre las 18h, el padre recibe una llamada de la policía local de su municipio informando que una patrulla de la Guardia Civil está frente a su domicilio que tienen que entregarles una notificación.

 

Cuando unas horas más tarde el padre acude a la vivienda, una patrulla de la Guardia Civil vuelve a aparecer y éste se dirige a ellos. No le quieren entregar la notificación porque, dicen, está a nombre de su mujer y le piden que les diga dónde se encuentra. Él no les da esa información por lo que dicen que deben presentar cargos contra él pues se está negando a colaborar con ellos. Le leen la notificación y ésta es una orden de arresto para la madre para que acuda al hospital y se someta a la inducción.

 

El padre les pregunta que quién es el ginecólogo de guardia y le aseguran que no es el mismo que solicitó la orden y que realizó la violenta llamada a la madre esa mañana. El padre llama a la casa donde se encuentra la madre y dice que la lleven a su domicilio, que la policía le asegura que si se marcha, le seguirán.

 

La madre decide llamar a sala de partos directamente y asegurarse que dicho doctor, conocido en la isla por su abuso recurrente ante las mujeres, no se encuentra realmente de guardia. La sorpresa es que la auxiliar que responde a la llamada le informa que este doctor va a permanecer de guardia toda la noche, hasta las 8 de la mañana. La madre decide no entregarse.

 

La familia se ve obligada a mantenerse oculta, clandestina, mientras esperan a fe ciega que el parto se desencadene. Son muchas las emociones que se viven y seguramente éstas dificulten o imposibiliten que el parto se dé de una manera espontánea... ¿cómo una mujer puede segregar un solo miligramo de oxitocina estando en busca y captura?

 

Apagan los móviles para no poder ser rastreados. Cuando al día siguiente el padre sale de la vivienda donde se encuentran tiene un mensaje en su móvil con una foto de su coche inmovilizado.

La presión y el miedo a las consecuencias de su acto de insumisión crecen en la casa. Es muy difícil mantener la serenidad.

 

Ellos no quieren ser activistas, ellos no quieren ser antisistema, ellos sólo quieren PARIR EN PAZ.

 

Pasan todo el día en ese estado de nervios, miedo e intranquilidad. Menorca es un lugar muy pequeño, ¿hasta cuándo van a poder sostener su clandestinidad?

 

Por la noche sobre las 23h deciden acudir al hospital para inducir el parto. Tras 13 horas de administración de oxitocina, llevan a la madre a quirófano para practicarle una cesárea y finalmente nace su hija.

 

Una madre viva, una bebé viva. Un parto/nacimiento robados y muchas preguntas que quizás permanecerán para siempre sin resolver:

 

  • ¿Qué hubiese pasado si la justicia no hubiese presionado de tal forma a la familia?

  • ¿Qué hubiese pasado si los médicos, en vez de seguir sus costumbres, hubiesen decidido colaborar con esa familia, con ese bebé, confiando en ellos, en la sabiduría de sus cuerpos y ante la duda asegurarles un control de bienestar?

  • ¿Qué hubiese pasado si la familia hubiese podido sostener más días la clandestinidad?

 

Lo único que está claro es que ese parto y nacimiento robados nunca volverán a suceder, sólo había una oportunidad.

 

Noviembre 2019

​

​

bottom of page